VI MARATÓN BTT DE CALA
El VI maratón BTT de Cala empezó para mí como un reto diferente en algunos aspectos. El primero que era la primera prueba de Mountain Bike a la que me presentaba por mi cuenta en la provincia de Huelva, capital donde resido y estudio; el segundo, que mi carrera empezaba el día de antes intentando dormir lo suficiente; y el tercero, causa del segundo, era que debía salir de Huelva a las 5 de la mañana para estar presente a tiempo en la recogida de dorsales, ¡y vaya si lo estuve!
Sábado 24 de octubre de 2015, son las 4:30 de la mañana y me
despierto y hago recuento de las horas que he dormido. Este recuento era
matemáticamente sencillo pues me dormí a las 2:00 y me desperté a la hora
mencionada anteriormente con lo que la solución de la operación era 2:30 horas
de sueño. Aquí me gustaría dar un consejo para quienes empiezan a hacer este
tipo de aventuras y es que no se “coman la cabeza” mucho por la noche porque
dormir es vital para un buen rendimiento al día siguiente. Pues así, salimos de
la capital onubense mis 2:30 horas de sueño, mi bicicleta y yo, todos en coche
claro está. Entonces iniciamos un viaje de casi dos horas que se nos hace muy ameno
incluso en la llegada a Sevilla donde no había tráfico como consecuencia de la
hora que era. Así, la Autovía de la Plata nos lleva hasta Cala, municipio
pequeño pero acogedor donde dejamos nuestro coche en el parking de
participantes que –sorpresa- aun estaba vacío, con lo que nos encontramos un
panorama curioso: yo, solo y en medio de un gran descampado montando mi bici y
los accesorios necesarios para la competición, pero menos mal que a quien
madruga Dios le ayuda… o eso se suponía que pasaba hasta aquel fatídico día 24
de octubre.
Dichas estas calamidades que pasé, bajamos a la Plaza de los
Mineros, donde repartían los dorsales y partía el maratón, tomamos el dorsal,
lo colocamos y empezamos a calentar ya que aun faltaba más de media hora para
iniciar este desafío y la gente se empezaba a apelotonar en el lugar donde aun
no había amanecido y el dorsal 119 ya estaba en posición para salir a darlo
todo.
Como se puede apreciar, estaba todo muy oscuro aun, pero es
que a falta de 10 minutos de la salida estaba prácticamente igual aunque se vio
que la organización lo tenía todo muy controlado porque luego no hubo falta de
luminosidad en absoluto.
De este modo, pistoletazo de salida a la prueba más difícil
del año para mí. Comenzamos con un terreno favorable, llano, en el que todo el
mundo me pasaba como motos hasta que llegaron los primeros repechos, donde se
veía que yo iba mejor que llaneando ya que, entonces, era yo el que adelantaba
al resto. Por esta zona encontramos el primer avituallamiento, unos
avituallamientos que dejaban mucho que desear excepto el último aunque ya la
organización advertía por su página web que la crisis les había afectado así
que podemos entenderlo aunque también me sentía en disposición de citar esta
crítica.
Dicho esto, continuamos nuestro trayecto hasta la primera
subida importante en la que era imposible subir encima de la bici ya que había
escalones y pendientes que eran “paredes” hasta su cima. La bajada era más de
lo mismo y los escalones hacían que un pequeño salto o cambio de dirección en
la rueda te pudieses ir al suelo fácilmente, pero como siempre, lo paso
bastante bien. A continuación, llegamos a Arroyomolinos de León, localidad
donde me tomo un gel justo antes de empezar los puertos más destacables de la
prueba para afrontarlos a tope de revoluciones aunque –otra sorpresa- se me
cayeron los bidones de agua en la bajada de escalones, así como me pasó en el
Dessafío Sierra Sur con uno de ellos, sucedió este día con los dos bidones. “La
que se me viene encima” pensé… y así fue. El gel sin hidratación no causó
efecto ninguno y el puerto acababa de empezar, al igual que la “pájara” que me
sacudiría desde ahí hasta coronado el siguiente y último ascenso.
Sin embargo, el primer puerto lo supero, con dificultades,
pero sin un sufrimiento extremo. Esto me dio confianza para el siguiente y
último escollo del día aunque no lo conocía y yo creo que “el tío del mazo”
estaba a pie de puerto esperándome porque en cuanto empecé a subir de nuevo no
sentía mi cuerpo y las piernas me temblaban. ¿Esto qué consecuencias tuvo? Pues
la principal es que perdí unos 20 minutos según mis cálculos aproximados al
final en meta, pero eso no fue lo peor. A falta de dos kilómetros para coronar
mi mente dice basta y mis ojos empiezan a cerrarse como consecuencia del sueño,
sí, las famosas 2:30 horas de sueño empezaban a hacer mella en mí también y los
dos kilómetros y medio que quedaban por delante eran una auténtica tortura así
que incluso llegué a pensar en abandonar y dejarme ir.
No podía pedalear, tuve que poner pie a tierra y subir
andando con las zapatillas de calas resbalando en cada piedra que pisaban: ¡una
auténtica tortura! Aun así, no me sentía practicante de ciclismo con el
abandono en la cabeza, sentía que estaba deshonrando los valores de este
deporte aunque a mí me hubiese dado lo mismo ya que corro como aficionado, pero
sabía que me arrepentiría si abandonaba de modo que seguí, seguí y seguí hasta
acabar esta calamidad de puerto. Finalmente, bebí agua, cosa que llevaba sin
hacer desde el comienzo del puerto anterior por la pérdida inesperada de
bidones, y me alimenté bien para acabar los últimos 10 kilómetros favorables
hasta la meta. Al final, entre alguna manada de toros y vacas, llegamos al
último kilómetro de este infierno el cual no fue capaz de acabar conmigo aunque
no me voy a hacer el fuerte porque como se ha podido comprobar, pasé el peor
día del año sobre la bicicleta. ¡Siempre recordaré este día como el día en el
que casi abandono una carrera!